GRACIAS, PADRE AMATULLI. (En memoria de su 2do. aniversario luctuoso)
- Alberto Martín Ventura G.
- 3 jun 2020
- 5 Min. de lectura

Por; Alberto Martín Ventura Grajeda. MAP.
Nostalgia misionera.
Quisiera haber tenido el placer y la gracia de conocerlo cuando yo era más joven, pero no fue así. Ni modo. Conocí por primera vez al padre Amatulli en el año 2011. Algunos saben la historia y los que no la conozcan luego la comparto por este medio, bueno. Conocí a este hombre a través de sus escritos y libros. El primero libro que leí fue “La respuesta está en las Escrituras. Preguntas y respuestas”, después “Siguiendo las huellas de Cristo”, “El pájaro herido” y “Evangelizar, la más noble aventura”. Inmediatamente busqué fotografías en Internet y vídeos en YouTube. Quedé impresionado con su manera de predicar, sencilla pero clara, con un estilo muy “popular”, pero muy claro para que los intelectuales no dudaran de lo que estaba hablando.
Primer encuentro.
Fue hasta el año 2015 que tuve la bendición de conocerlo en persona, en la Feria del Apóstol del mismo año (Evento masivo anual de los Misioneros “Apóstoles de la Palabra”) recuerdo que lo buscaba por todos lados, pero no lo encontraba, los minutos parecían horas, hasta que por fin vi a un hombre que impactaba al verlo, con cabello blanco y una larga barba del mismo color. Me impresionó, pero lo que más me impactó fue su mensaje, invitando a los laicos a comprometerse con la Iglesia y con el mandato del Señor (cfr. Mc 16,15; Mt 28,19) de ir a llevar la Buena Nueva; ir, no quedarse cruzados de brazos.
Bendición especial.
Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. (Mc 16,15)
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. (Mt 28,19)
Recuerdo que aquel día tuve la oportunidad de cruzar unas pocas palabras, una de ellas fueron las siguientes: “Padre, mi esposa estaba siendo confundida por los hermanos testigos de Jehová, y gracias a una hermana que es prodefe, ahora mi esposa y yo estamos sirviendo en este mismo Departamento”. Recuerdo que nos volteó a ver y nos miró con un rostro sorprendido y después nos dio su bendición en compañía de nuestra hija.
Mensaje profético.
Cada vez estoy más seguro de que ese hombre fue un profeta de nuestros tiempos, y muestra de ello son sus libros y escritos, donde aseguraba que, si la Iglesia no despertaba de este sueño profundo en el que se encuentra, las sectas y grupos proselitistas harían de las suyas como se les viniera en gana. ¿Y creen? Hoy es una realidad. Me atrevo a decir que, en México, por cada familia Cristiana Católica, por lo menos algún miembro de la familia ya es protestante y en ocasiones solo la abuelita es católica.
Gigante adormecido.
Pero teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: Creí, y por eso hablé, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos. (II Cor 4,13)
Claro en este asunto, solía decir el padre Amatulli, todos tenemos la culpa y nadie tiene la culpa; en lugar de buscar culpables deberíamos estar en busca de estrategias y proyectos pastorales para atender a nuestras masas católicas en su mayoría están empolvadas, arrumbadas y abandonadas, y en su mayoría sólo se les busca para solicitarles favores o algún apoyo para las fiestas patronales que en su mayoría concluyen en un ambiente de todo tipo, excepto cristiano. Sin lugar a dudas es tiempo de que los laicos despierten y también pongan manos a la obra, sin su ayuda esto será un fracaso y nunca pasara de un sueño a la realidad.
Grandes desafíos.
Sin lugar a dudas haber conocido al padre Amatulli y tratar seguir nuestro modelo de catolicismo como antes lo hacíamos sería una falta de respeto, y, ¿por qué no decirlo? ¡Sería una verdadera locura!
Ahora nos han quedado grandes enseñanzas, pero también grandes desafíos. Algunos de ellos serán difíciles de realizar porque debemos hacerlo desde dentro. En fin, ahora nos toca continuar con su bendita obra, que sin duda con su partida puede resultar impensable para algunos, pero por otro lado estamos seguros que desde donde está, nuestro padre fundador continúa abogando por estos hombres temerarios y valientes.
Lámpara para mis pasos.
Gracias, padre Amatulli, gracias a usted comencé el hábito de la lectura y no sólo eso, comencé con el mejor libro que se ha escrito, es decir, la Biblia. Recuerdo haber comenzado a leerla al azar porque en realidad no creía encontrar algo interesante, pero continué leyendo y leyendo hasta comenzar a devorarla, y qué decir de la gran oportunidad que me dio de editar mi primer libro -De Laico a Laico- en Ediciones “Apóstoles de la Palabra”, pero sobre todo la oportunidad de despertar en mí ese deseo de ayudar a mis hermanos católicos, confundidos y débiles en su fe.
La cosecha es abundante y los obreros pocos.
Padre Amatulli, debo confesar que en ocasiones la misión se torna algo gris, al ver el rechazo y la indiferencia de parte de la Iglesia en general, de los propios pastores, y qué decir de las ovejas, acostumbradas a una religión “light” como dijo el santo padre Francisco, y al ver la invitación de nuestra parte a comprometerse y a vivir de veras lo que profesamos se muestran indiferentes y disimulados. Ni modo: hay quienes prefieren la puerta ancha. En fin.
Por eso, investidos misericordiosamente del ministerio apostólico, no nos desanimamos. (II Cor 4,1)
Conclusión.
Espero nunca bajar la guardia y permanecer firme hasta el final. Sería lástima convertirme un simple “hablador de Cristo” y dejar el auténtico discipulado del Señor. Nuevamente gracias padre, porque sin su Movimiento muchos de nosotros católicos estuviéramos siendo presa de los engaños y trampas de muchas sectas y grupos proselitistas. Hasta luego, padre Amatulli.
Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Y así, aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De esa manera, la muerte hace su obra en nosotros, y en ustedes, la vida. Pero teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: Creí, y por eso hablé, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos. Y nosotros sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con él y nos reunirá a su lado junto con ustedes. Todo esto es por ustedes: para que, al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios. Por eso, no nos desanimamos: aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día. Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida. Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno. (II Cor 4, 8-18)
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