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“APÓSTOLES DE LA PALABRA” EN BUSCA DE SU IDENTIDAD

  • Foto del escritor: Alberto Martín Ventura G.
    Alberto Martín Ventura G.
  • 5 feb 2020
  • 5 Min. de lectura



Mi nombre es Alberto Ventura; soy originario del estado de Colima, México. Vivo en el municipio de Manzanillo de esta misma ciudad. Hace un par de años comencé a reflexionar un poco sobre el significado de nuestro logotipo misionero y me cuestionó el slogan que vamos compartiendo por varios rincones del país, y por algunos continentes: UNA FAMILIA MISIONERA AL SERVICIO DE LA IGLESIA CATOLICA.


Les escribo a cada uno de los departamentos que existen en esta familia misionera, sin ningún afán de ofender, sino con amor, respeto y caridad, (cfr. Mt 18,15. Stg 4,17) como un laico que desea que este año que apenas comienza sea una nueva oportunidad para cambiar y mejorar algunos aspectos que quizá por la rutina y el trabajo evangélico, hemos descuidado, (yo el primero).


01. Familia.


Todos tenemos una familia biológica y ésta debería ser nuestra familia espiritual; ¿Pero lo es? ¿Realmente te sientes parte de una auténtica familia cristiana? Algo que es evidente es que en todas las familias existen diferencias y momentos difíciles, pero lo importante es saber salir de todo esto con amor, paciencia y caridad. Siempre recordando que nadie es perfecto y que cada uno de nosotros tiene sus propias virtudes y defectos. (cfr. I Jn 1,8.10)


a) Comunicación.


¿Tienes algún cargo dentro de “AP”? ¿Cuándo fue la última vez que llamaste a alguno de tus hermanos? ¿Qué tan fraterna es tu relación con los hermanos que te rodean y más aun con los que están lejos? En lo personal, creo que no hay excusas. Cada uno de nosotros puede darse unos breves minutos para responder mensajes o llamadas de vez en cuando. Sé que cada uno tiene sus propias actividades e itinerario pastoral, pero un saludo o una llamada puede marcar el futuro de muchos de nuestros hermanos. (cfr. Mt 18,12-14 Lc 15, 4-5)


b) Las familias se visitan. (cfr. Lc 1, 39-40)


¿Cuándo fue la última vez que visitaste a algún hermano de tu comunidad? Ir personalmente a su casa y saludarlo y ver la realidad en la que vive, para poder brindarle tu ayuda de alguna manera a los miembros del grupo según nuestra propia capacidad.


c) Respeto.


Es muy importante esta virtud. En lo personal, creo que es la principal; cuando en una comunidad cristiana se pierde el respeto, se ha perdido todo. Por tanto, creo importante saludarnos de mano (y, de ser posible, con un abrazo), llamarnos por nuestro nombre (o decirnos simplemente hermanos) y evitar el humor pesado o el exceso de confianza.


En esta primera parte reflexionemos: ¿Qué clase de familia somos? O siendo sinceros, cuestionémonos ¿Si realmente lo somos? No hay nada más triste y lamentable que la doble moral; por un lado, todos nos llamamos hermanos, pero ¿realmente nos vemos como tal? ¿Realmente me preocupo por ti como lo hacen los hermanos biológicos? ¿Esta cercanía y calidad la tengo con cada uno de mis hermanos o existen preferencias y divisiones?


Soy un simple laico, y quizá soy la persona menos indicada para hablar sobre estos puntos, pero aun con mis limitaciones académicas, siendo padre de familia, esposo y empleado, lucho día a día por darme pequeños espacios para cumplir con mis compromisos dentro del apostolado, y en varias ocasiones me han expresado algunos hermanos su desánimo y abandono por nuestra parte, yo el primero en no cumplirlo. Creo que cada uno de nosotros sabe de qué manera puede mejorar la realidad de las ovejas a su cargo. (cfr. Mt 18, 12-14)


02. Misionera.


a) Monotonía.


¿Cuántas visitas domiciliarias realizaste en tus primeros 2 años dentro del movimiento? ¿Cuántas visitas domiciliarias realizaste el año 2019?


Más allá de un slogan o simple título, el ser misionero es un servicio muy especial, encomendado a personas humildes y sencillas (cfr. Mt 11, 25-26) con deseo de servir a sus hermanos, (cfr. Mc 3, 13-14) y cuenta con una promesa divina, (cfr. Lc 10,20). Debemos llevar este espíritu misionero a donde vayamos (cfr. I Cor 9,16)


b) Gracia y fe.


Los Apóstoles después de la Ascensión del Señor, perseveraban en la oración, y una vez que se llenaron del Espíritu Santo, tomaron valor y su fe se fortaleció y salieron a predicar, a pesar de saber que eso podría costarles la vida. (cfr. Hc 2,1-5)


c) Suavidad, respeto, y tranquilidad. (cfr. I Pe 3,16)


San Pedro nos da estos 3 pilares para poder salir a predicar la Buena Nueva: Suavidad para no creerme superior a mis hermanos o peor aún pensar que soy mejor que ellos; respeto ante cualquier pensamiento aun siendo contrario a al mío y aun cuando muestre indiferencia hacia nuestra fe; tranquilidad para no caer en provocaciones o ira, y saber equilibrar mis emociones. Por último, recomiendo un gran consejo que me dio un sacerdote: humildad y caridad en la misión.


La misión es un don muy especial, solía decir nuestro padre fundador, el P. Amatulli. Pero en ocasiones esta tarea me cuestiona un poco al percibir cierta “pereza” de nuestra parte, se puede llegar a minimizar esta actividad y suplir con talleres, charlas u congresos, que son necesarios, al igual que la misión.


A las actividades antes mencionadas por lo general no asisten los hermanos católicos abandonados, alejados o resentidos. ¿Cómo podemos llegar a ellos? Por medio de la misión; ahí podremos escucharles y expresarles el amor y misericordia divina.


03. Al servicio de la Iglesia Católica.


a) Rebeldía.


¿Realmente estamos al servicio de la Iglesia? ¿Qué es lo primero que viene a tu mente cuando algún sacerdote solicita algún apoyo a tu grupo o departamento? ¿Tienes actitud de servicio o buscas excusas para no hacerlo?


b) Comunión eclesial.


En el Capítulo 8. (De los Estatutos de prodefes) Gobierno y organización, dice lo siguiente: Mantener una buena relación con la jerarquía eclesiástica local, los demás Departamentos del Movimiento y los agentes de pastoral en general.


c) Puentes, no muros.


Es necesario derribar esos muros y construir puentes juntos, laicos y jerarcas. ¿Se puede? Claro que sí. Manzanillo, Colima, es testigo de ello. Por primera vez en la diócesis integraron a la pastoral Diocesana, la pastoral Bíblica apologética, para así sumar esfuerzos en la lucha contra los grupos proselitistas y sectas.


d) Perfección sacerdotal.


Es un sueño pensar que existe algún sacerdote perfecto. Nadie es perfecto creo que eso queda claro ¿o no? (cfr. Rm 7,14) (Cfr. I Jn 1,8.10) San Pablo, el mayor misionero, dijo que se consideraba sumamente pecador, (cfr. I Tim 1,15) No debemos juzgar a nadie (cfr. Mt 7, 1-5) porque al juzgar nos condenamos nosotros mismos, (cfr. Stg 4,11). Lo mejor es tomar lo bueno y lo demás dejárselo a Dios, orar y ponernos a trabajar.


e) Amor, obediencia y caridad.


En resumen, debemos tener amor para poder realizar cada actividad que nos soliciten, obediencia (siempre y cuando la actividad no esté en contra del Evangelio); de ahí en más, debemos crear un ambiente de comunión -no de división- (no son nuestros enemigos y esto no es una disputa). No olvidemos tener caridad para poder expresar alguna inconformidad o algún punto de vista en el cual no coincidimos del todo.


En cierta ocasión un hermano “AP” me expresaba que casi llega a los golpes con cierto presbítero, ¿Es en serio? Y aun mejor, en otra ocasión platiqué con otro hermano que me dijo: - Cierta vez visité a un obispo y me alzó la voz y yo hice lo mismo; después golpeó la mesa con furia y respondí de la misma manera. ¿Esto es “AP”? ¿Este era el sueño de nuestro querido padre fundador?


Pidamos al buen Dios que nos ayude a profundizar en sus palabras: Aprendan de mí porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio (Mt 11,29); sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. (Mt 10,16 b) No devuelvan a nadie mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los hombres. En cuanto dependa de ustedes, traten de vivir en paz con todos. (Rm 12,17-18)


El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano. (I Jn 4, 20-21)

Con amor, cariño y sobre todo respeto.


Alberto Martin Ventura Grajeda.

 
 
 

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